martes, 16 de febrero de 2016

El camino inverso (exposición del escultor Julio López Hernández)

Ya que el oficio del escultor  implica llegar a ser, tanto artífice como testigo de los llenos y de los vacíos, de lo frío y de lo fundido, de lo que se sostiene y de lo que se derrumba por su propio peso, esa  misma cercanía con la materia y sus procesos le implican también con lo que de lleno y de vacío conlleva la vida, con lo que de frío y de fundido tienen nuestras relaciones, y con lo que se sostiene y se derrumba de nuestros propios sueños, esperanzas o proyectos. Esa cercanía  con la parte más literal de la vida, de todo aquello que expresa o que capta VIDA, le hacen a uno sentir al igual que con lo humano, que toda esa materia inerte de bronces o de piedras, no configuran un mundo ajeno.

Cada escultura, cada proceso creativo, conlleva también un fragmento de historia, de relato que uno puede imaginar a partir de la solidez material de cualquiera de sus piezas, pensadas para lugares que se intercalan en nuestras calles, de un modo parecido a la de esos artistas-actores  que se transforman en esculturas urbanas en medio de nuestra ciudad, quietos, con una quietud que se te arroja a la cara a partes iguales entre la desproporción de estar así toda una mañana y la creatividad  de la figura lograda.

El camino inverso, (así se llama la exposición)  es la posibilidad que aquí tenemos de disfrutar de los dibujos previos a determinadas esculturas y de contemplar el paso del dibujo a lo tridimensional a través  unos trazos que constituyen obras plásticas en sí mismas,  donde los pliegues de la ropa, la consistencia del cuerpo o  la caída que la gravedad provoca en todo lo que nos acompaña ya están  presentes. El camino inverso, es también desandar un camino de largos años  y dejarnos seducir en ese juego poético y literario que acompaña el mundo creativo de JLH, mientras al desandar ese camino aprendemos algo de él, enseñándonos a nosotros a observar como el propio dibujo capta una energía vital, como resiste cada cuerpo la gravedad , con que energía se mueve, mira, o hacia donde dirige manos y mirada….Esa inmersión en la realidad  corporal, con dibujos de cuerpo entero y a la misma escala que físicamente somos, unida a la captación del alma o espíritu que originan nuestras expresiones me han descubierto un mundo desconocido y fascinante, con unas sensaciones similares a las que provoca adentrarse en el taller de alguien cuyo trabajo te interesa mientras te comunica  algo de sus pensamientos y sus asombros.

Entremezclados con los carboncillos y los bronces hay una trama de pasión por la literatura, desde esas manos maternas que sostienen un libro de poemas de San Juan de la Cruz tumbada en la cama con una chaqueta vuelta del revés, esos retratos del poeta José Hierro, esa magnífica escultura de  Lorca, o los rostros del historiador  Madariaga, mezclados con los retratos familiares de unos rostros que se repiten y de los que el artista es testigo en el tiempo. La figura de una mujer joven, caminando con sus cuaderno, carpeta y libro en la mano, como si revisara una lectura antes de entrar en clase, en una instantánea que puede ser fragmento de una historia mucho más amplia, mientras que a la izquierda queda la escultura de Lorca, con las manos abiertas dejando volar una alondra, generan y completan esa sensación urbana y ese toque fotográfico de quien capta el instante propio de otra persona.  Todo metido en un mismo material, que materializa por igual  el cartón de una tapa de cuaderno de apuntes con su espiral de alambre, las gomas elásticas de una carpeta con solapas, o la mayor o menor flexibilidad de las tapas de un libro escolar, unido a saber expresar como se adapta un traje en el cuerpo de una mujer, como viaja con nosotros un abrigo mientras caminamos, como se volumetriza la caída de una bufanda de lana, o el pelo que cae por la espalda…Todo ello pasado a la nobleza del bronce, mármol o resinas, como quien pasara cosas muy distintas a la unidad de una sola materia, del mismo modo que las palabras que no son otra cosa que conjuntos de letras similares nos transmiten infinitos significados diferentes.  Así la materia del escultor, capaz de hacernos sentir la memoria de aquellas carpetas normales y habituales que cualquier estudiante ha utilizado, el repaso de última hora de un examen de algo…mientras al lado, queda la figura de Lorca, con un pájaro a punto de volar en libertad, en nuestra imaginación o en nuestros sueños, conformando esa realidad repleta  de símbolos, de momentos que uno detiene en la memoria  y que le gustaría expresar  para que no se pierdan. Momentos cotidianos, capaces de enamorarnos de un modo humano;  capaces de hacernos  percibir algo más que un mensaje concreto. La impregnación en el aire de  una energía personal, que luego queda materializada en algo que parece muy real, tridimensional, dejando detalles de un momento que en algo nos cautivó o  nos llenó de una energía admirable.


Uno entremezclado con  la piedra y el barro, el bronce y el carboncillo, la madre y el parto, la lectura o la música,  la posición erguida o tumbada, la expresividad de nuestra propia postura, el lenguaje del cuerpo, lo que anuncia algo, una lluvia, un cambio, un espejo…un gesto o un descubrimiento, la niñez y la vejez, en un oficio al que JLH le ha quitado el pedestal para hacerlo a ras tuyo, mezclado eficazmente entre la gente, haciendo de su oficio algo así  como un juego de espejos de asombro que nos hablara de nosotros mismos. 


El camino inverso. Exposición del escultor Julio López Hernández. Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Madrid. Hasta 6 de Marzo 2016.

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