Ya
que el oficio del escultor implica llegar
a ser, tanto artífice como testigo de los llenos y de los vacíos, de lo frío y
de lo fundido, de lo que se sostiene y de lo que se derrumba por su propio peso,
esa misma cercanía con la materia y sus
procesos le implican también con lo que de lleno y de vacío conlleva la vida,
con lo que de frío y de fundido tienen nuestras relaciones, y con lo que se
sostiene y se derrumba de nuestros propios sueños, esperanzas o proyectos. Esa
cercanía con la parte más literal de la
vida, de todo aquello que expresa o que capta VIDA, le hacen a uno sentir al
igual que con lo humano, que toda esa materia inerte de bronces o de piedras, no configuran un mundo ajeno.
Cada
escultura, cada proceso creativo, conlleva también un fragmento de historia, de
relato que uno puede imaginar a partir de la solidez material de cualquiera de
sus piezas, pensadas para lugares que se intercalan en nuestras calles, de un
modo parecido a la de esos artistas-actores que se transforman en esculturas urbanas en
medio de nuestra ciudad, quietos, con una quietud que se te arroja a la cara a
partes iguales entre la desproporción de estar así toda una mañana y la creatividad
de la figura lograda.
El
camino inverso, (así se llama la exposición)
es la posibilidad que aquí tenemos de disfrutar de los dibujos previos a
determinadas esculturas y de contemplar el paso del dibujo a lo tridimensional a
través unos trazos que constituyen obras plásticas en sí mismas, donde los pliegues de la
ropa, la consistencia del cuerpo o la
caída que la gravedad provoca en todo lo que nos acompaña ya están presentes. El camino inverso, es también
desandar un camino de largos años y
dejarnos seducir en ese juego poético y literario que acompaña el mundo
creativo de JLH, mientras al desandar ese camino aprendemos algo de él, enseñándonos
a nosotros a observar como el propio dibujo capta una energía vital, como
resiste cada cuerpo la gravedad , con que energía se mueve, mira, o hacia donde
dirige manos y mirada….Esa inmersión en la realidad corporal, con dibujos de cuerpo entero y a la
misma escala que físicamente somos, unida a la captación del alma o espíritu
que originan nuestras expresiones me han descubierto un mundo desconocido y
fascinante, con unas sensaciones similares a las que provoca adentrarse en el
taller de alguien cuyo trabajo te interesa mientras te comunica algo de sus pensamientos y sus asombros.
Entremezclados
con los carboncillos y los bronces hay una trama de pasión por la literatura, desde
esas manos maternas que sostienen un libro de poemas de San Juan de la Cruz
tumbada en la cama con una chaqueta vuelta del revés, esos retratos del poeta
José Hierro, esa magnífica escultura de Lorca, o los rostros del historiador Madariaga,
mezclados con los retratos familiares de unos rostros que se repiten y de los
que el artista es testigo en el tiempo. La figura de una mujer joven, caminando
con sus cuaderno, carpeta y libro en la mano, como si revisara una lectura antes
de entrar en clase, en una instantánea que puede ser fragmento de una historia
mucho más amplia, mientras que a la izquierda queda la escultura de Lorca, con
las manos abiertas dejando volar una alondra, generan y completan esa sensación
urbana y ese toque fotográfico de quien capta el instante propio de otra
persona. Todo metido en un mismo
material, que materializa por igual el
cartón de una tapa de cuaderno de apuntes con su espiral de alambre, las gomas
elásticas de una carpeta con solapas, o la mayor o menor flexibilidad de las
tapas de un libro escolar, unido a saber expresar como se adapta un traje en el
cuerpo de una mujer, como viaja con nosotros un abrigo mientras caminamos, como
se volumetriza la caída de una bufanda de lana, o el pelo que cae por la
espalda…Todo ello pasado a la nobleza del bronce, mármol o resinas, como quien
pasara cosas muy distintas a la unidad de una sola materia, del mismo modo que
las palabras que no son otra cosa que conjuntos de letras similares nos
transmiten infinitos significados diferentes. Así la materia del escultor, capaz de hacernos
sentir la memoria de aquellas carpetas normales y habituales que cualquier
estudiante ha utilizado, el repaso de última hora de un examen de algo…mientras
al lado, queda la figura de Lorca, con un pájaro a punto de volar en libertad,
en nuestra imaginación o en nuestros sueños, conformando esa realidad repleta de símbolos, de momentos que uno detiene en la
memoria y que le gustaría expresar para que no se pierdan. Momentos cotidianos,
capaces de enamorarnos de un modo humano; capaces de hacernos percibir algo más que un mensaje concreto. La impregnación en el aire de una energía
personal, que luego queda materializada en algo que parece muy real,
tridimensional, dejando detalles de un momento que en algo nos cautivó o nos llenó de una energía admirable.
Uno
entremezclado con la piedra y el barro,
el bronce y el carboncillo, la madre y el parto, la lectura o la música, la posición erguida o tumbada, la expresividad
de nuestra propia postura, el lenguaje del cuerpo, lo que anuncia algo, una
lluvia, un cambio, un espejo…un gesto o un descubrimiento, la niñez y la vejez, en un oficio al que JLH le ha quitado el pedestal para hacerlo a ras tuyo, mezclado
eficazmente entre la gente, haciendo de su oficio algo así como un juego de espejos de asombro que nos
hablara de nosotros mismos.
El camino inverso. Exposición del escultor Julio López Hernández. Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Madrid. Hasta 6 de Marzo 2016.
El camino inverso. Exposición del escultor Julio López Hernández. Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Madrid. Hasta 6 de Marzo 2016.
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