miércoles, 7 de enero de 2015

huellas


 


¿Cómo será ese territorio de los recuerdos,ese universo rico y a la vez misterioso que es la memoria? ¿por qué ese empeño suyo de ser a veces persistente como las olas y otras fugaz como las huellas en la arena? 

La huella en la memoria -el paso de otros- es un territorio con lugares trillados, pero también lleno de espacios inexplorados esperando a ser descubiertos. A veces uno quisiera ser playa, dejar que las mareas y el oleaje en la noche dejara nuestra mente lista para un nuevo día, sin caminos fijos.

Otras veces es al revés, necesitamos de referencias, de los caminos ya hechos, para transitarlos, y daríamos lo que fuera por recordar, y que no se borrase lo que queremos, o que alguien querido a quien abandonó la memoria pudiera recordar, aunque solo fuera por unos instantes.

Puedo bucear en la memoria, puedo recorrerla, pero no dispongo del poder de borrar, de deshacer las huellas de los otros, de la vida misma. Solo esperar, como espera la arena, que la noche renueve la arena, que el viento redistribuya las cosas, que el agua una y otra vez, desdibuje las pisadas, generando un lienzo nuevo, otra oportunidad, un nuevo día.

El propio verano su calor y su agua, tiene en mi ese efecto de borrar algunas  y comenzar de nuevo, de reiniciar. La arena, a la puesta de sol espera un nuevo día, donde recargar de alegría, y de nueva oportunidad, nuestras pisadas, nuestras propias vidas, nuestra historia, nuestra memoria.  

viernes, 2 de enero de 2015

azules

Aprendo a distinguir los azules, sin que ese oficio me revierta nada especial, como quien aprende a distinguir los vinos por aficción,  entendiendo que bajo la misma palabra se esconden miles de sabores y de posibilidades diferentes. Aprendo a distinguir los azules, sabiendo que están cerca a veces aquello que busco y aquello de lo que huyo. Una línea muy ligera y sutil entre las dos cosas, una balanza que toma su desequilibrio  por muy poco.

Hay azules tristes, y azules alegres. Todos comparten algo de lejanía, de lo que nos acerca a los sueños, de lo que va perdiendo realidad, si por realidad entendemos lo más sólido y terreo, lo que nos pone los pies en la tierra. Los tristes suelen ser azules algo oscuros, que tiñen de una luz sombría la propia vida. Los alegres, luminosos, con una luz que lo  invade todo.


Entre un azul lleno de alegría, y un azul lleno de tristeza, la diferencia puede ser un pequeño tono, que apaga o que ilumina de un modo especial. Amo lo luminoso, cuando la luz invade cada rincón de estos lugares, como buscando el entresijo de la materia para que nada quede sin esa luz. Incluso la sombra es luminosa aquí. En esa abundancia de luz, es un regalo lo que el cielo y el mar me devuelven, sus azules, cada uno en su tono, tan sólidos, tan reales, que las puertas de aquí parecen pintadas del mismo cielo, las ventanas recercadas del mismo mar.